Mientras Irina viajaba en el autobús de camino al centro de su ciudad, se embelesó mirando a las
personas que transitaban las calles. ¿Cúantos de ellos eran conscientes de sus pensamientos y sensaciones
en ese preciso instante? La prisa, la responsabilidad, las relaciones, el miedo, la razón...todo eso hacen que
nuestros sentimientos queden presos dentro de nosotros mismos, sin percatarnos que ese es el único lugar
donde podríamos ser infinitamente libres.
Después de esas reflexiones, bajó del bús, y comenzó a notar, el aire frío en su cara, el fuerte suelo bajo
sus pies, el calor de otras manos que le rozaban al pasar. Y se sintió feliz.
(Mannaz)