Mirándose al espejo, se dió cuenta de que todas la experiencias vividas y sentimientos acumulados, se iban reflejando poco a poco a en su larga cabellera. El negro de la noche, donde la oscuridad te absorve y a veces no te deja dormir; el azul del mar, su aroma, que libera la mente y el alma hacía viajes infinitos; el violeta de algunos ocasos, que enamoran los sentidos; el verde de los campos, de sus hierbas, que refrescan el cuerpo mientras caminas descalza sobre ellas; el rojo de las pasiones, esas que a veces son feroces, primitivas y que nos guían sin criterio; el naranja de un amanecer, que te une y te conecta con el Todo; el amarillo del otoño, suave, tranquilizador y armonioso.
Irina, se tocó el cabello suavemente, cerró los ojos, y volvió a notar todas esas sensaciones. Y se sintió completa.
(Mannaz)
