Texto: Carol Ruíz
Cuando era pequeña era una niña muy nerviosa y llorona, todo me asustaba, los cambios me aterrorizaban, estaba muy triste muchas veces… me moría de miedo cuando mis padres me dejaban en algún lugar que no era con alguien de mi familia, me invadía un nudo en el estomago si era la hora de que mi padres me tenían que venir a buscar y estos no llegaban… si al cambiar de curso en la escuela cambiaban a la profesora para mi era un tormento, ¿Cómo sería?… ¿Me gritaría?… ¿Sería buena?… pues a todo esto, a absolutamente todo esto le ponía luz mi madre.
Mi madre tenía la paciencia y el amor de acogerme en sus brazos y darme la tranquilidad y sobretodo la fuerza que a mi me faltaba, de explicarme como sería la nueva profesora, de cómo sería la nueva casa donde íbamos a ir a vivir, de acompañarme a los exámenes si era necesario y pasar el rato dentro del coche muerta de frío esperándome, de darme todo, todo lo que su corazón tenía, podía y más, mucho más.
Un corazón con cuenta atrás. Un corazón que un día dejo de latir y se rompió.
Estos años sin ti están siendo muy difíciles y aunque ya no tengo miedo a casi nada, a menudo me falta tu fuerza para seguir adelante. La mayor lección que me has dado ha sido en tu ausencia, pero daría cualquier cosa por no haberla aprendido.
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