Texto: Jales González
Basta de machaque.
Ya está el mundo lo bastante mal como para hacerme lo mismo.
Hoy me siento bien, voy a permitirme el lujo de ser la persona en la que me he convertido y disfrutar de ello.
Hace frío, pero hay sol; no he dormido mucho pero estoy enérgica, y en el coche con mi hermano de camino a la estación, hemos visto un globo verde volar entre el tráfico y ha sido mi momento mágico del día. Es más, lo he exclamado en voz alta y él se ha reído, dándome la razón con una carcajada.
Son los pequeños momentos que merece la pena guardar en le recuerdo, o entre miles de letras para volver a sentirlos… no podemos vivir sólo de remordimientos, nostalgia y desafíos…
Hay que seguir buscando y viendo, dejándonos llevar por la magia que existe a nuestro alrededor, que pasa sin querer... en un globo, una sonrisa, una palabra, la leve brisa en la cara cuando voy en bicicleta…
Es cierto que voy con mi maleta de acá para allá, pero ¿y todos los paisajes que veo durante mis viajes, y todas las personas que me encuentro en ellos? Desconocidas, tan anhelantes de llegar a su destino, que no se dan cuenta de que las miro, las estudio e imagino sus vidas: quién les esperará en el andén, donde irán mañana a trabajar o si, en cambio, gritan en la calle para mejorar sus condiciones de vida.
Recuerdo una situación muy tierna que presencié el otro día en el supermercado: Fui a comprar algunas cosas básicas y en la caja había un muchacho bastante atractivo que suele estar reponiendo normalmente. Me atendió, me dio el ticket y cuando estaba metiendo las cosas en la bolsa, me di cuenta que detrás de mi había una chica morena muy guapa y, el chico de la caja, al parecer pensando lo mismo que yo, la miró y, cogiendo algunos productos suyos y no atinando a ticarlos, se puso un poco nervioso, pero muy naturalmente y con su mejor sonrisa, le dijo: “Perdona, es que hoy no he desayunado” y ella le devolvió la sonrisa, casi sonrojándose. Entonces, en ese momento me sentí genial de haber sido cómplice del flirteo desde la distancia, dejando que siguieran jugando con las miradas y pensando que me encantaba ser testigo de la magia que sale de sus poros, y sintiéndome orgullosa de ser capaz de verlo y de vivirlo con otras personas, quizá de forma distinta, quizá observando a los guapos tontear entre ellos mientras me divierte su inocencia y valorando al tipo de gente con el que yo tengo situaciones parecidas.
Me gusta sentirme privilegiada sin juzgar y gozando con las pasiones ajenas, y dejándome llevar por la mía propia, que me lleva hasta otros afines a mí, con ese brillo, esa complicidad marcada en las pupilas, con ese dejar fluir que pone todo en su lugar con un solo gesto.
Así descubrí que la máscara más pequeña es una nariz de payaso, que en la biblioteca de San Juan regalan libros, ¡los regalan! Igual que los hay que regalan abrazos por la calle, o en los bares, besos por chupitos.
Todo depende de lo que necesitemos de verdad, y el mundo te lo acabará brindando, sólo tienes que verlo venir y no dejar pasar ese tren, o coger esa llamada, o decirle lo que sientes a pesar del miedo.
Dejemos de esconder el alma, de agazaparnos en la desdicha… y escuchémonos un poquito más, no podemos acostarnos cada noche sin saber algo más sobre nosotros mismos.
Hoy voy a decirle que no a la desdicha y al hastío… y si te paras a pensarlo, no es tan difícil, sólo hay que dejarse llevar por la música de nuestra propia banda sonora, que al fin y al cabo, es lo que te pide el cuerpo. Hagámosle caso.